9.14.2008

De vuelta...

Y heme aquí de regreso en mi bella ciudad. Podría decir que mi regreso es meramente físico porque mi cabeza se quedó en algún punto entre Montreal y el D.F. desde la madrugada del 13 de septiembre en que veía pasar todo demasiado rápido en medio de la neblina con sentimientos encontrados de la emoción de ver a mi familia y amigos y de no querer dejar atrás la vida tan cómoda a la que ya me había acostumbrado (hasta me pegó la canción de los scorpions que venía oyendo el taxista) hasta el momento en que el avión aterrizaba y yo seguía con el coraje de haber tenido que dejar tres frascos de mermelada, uno de crema de miel y todos mis instrumentos de cuidado personal en el aeropuerto, además del estrés de haber creído que ya había perdido mi pasaporte.
Con estas peripecias, después de cinco horas de vuelo, de las cuales pasé el 80% dormida obviamente, llegué. Se abrieron las puertas y vi a mis papás y seguía ida. Fuimos a almorzar y seguía ida; y, para no hacer el cuento más largo, sigo ida. Salgo a la calle y siento que deben pasar cosas las cuales no pasan, hoy en la madrugada abrí los ojos y me sorprendí al no ver la ventana del cuarto que ya estaba acostumbrada a ver cada que me despertaba.
No sé ni siquiera qué escribir, pero siento que tengo que hacerlo. De cualquier manera estoy intentando hacer las cosas que hago normalmente para ver si así empieza a girar la piedra dentro de mi cabeza, ni siquiera me nace hablar.
Tal vez necesite socializar un poco más, mientras tanto, heme aquí de vuelta a mi bella ciudad.

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